5.14.2020

【 Testimonio real de abuso sexual 】 El auto rojo fue mi terror

El siguiente testimonio está basado en una historia real de abuso sexual, por ende, los nombres han sido cambiados.

✍🏻 Testimonio real de abuso sexual: El auto rojo fue mi terror

Todo sucedió un sábado, el día donde la gente suele planear qué hacer o dónde ir, mientras yo pensaba en los problemas que rondaban en mi cabeza. Aquel día solo quería conversar con alguien que no necesariamente fuera un amigo o amiga cercana, solo quería escuchar algo diferente y tratar de despejar mi mente. Y ese día acepté salir con él: el amigo con el auto rojo a quien llevaba conociendo un poco más de un año, sin imaginar que esa conversación que tendría, se convertiría en una noche de terror y no una en la que me olvidaría de las cosas que tenía en mi cabeza. 
Auto rojo, velocidad.
Auto rojo
Entonces él llegó. Subí a su auto rojo, y nos fuimos. Nos veíamos después de meses. Él seguía manejando y dirigiéndose a un minimarket, para cuando comencé a sentir una cierta sensación extraña, que comenzó a empeorar de forma gradual, como por ejemplo al ver personas que él y yo conocíamos: una amiga en común. Recuerdo que le dije «vamos a donde está ella», y me dijo que no, que no era ella. Le volví a decir «sí, juro que sí es ella», y me dijo «estás mal». Pensé que seguro estaba alucinando, mientras el auto seguía dirigiéndose al minimarket. Cuando la ansiedad me embargó inexplicablemente, conversamos sobre la amiga que teníamos en común. Él comenzó a decirme cosas que no me agradaban, como hablar mal de aquella amiga muy sutilmente. En fin, mientras seguíamos disfrutando fuera del minimarket con nuestras cervezas Corona, que él había comprado más unos cigarrillos, me olvidé de las cosas que tenía en mi cabeza, y solo mi mente estaba en otra historia que no era la mía, en la cual, en una conversación que teníamos sobre ella, le dije «no sé por qué siento que me ocultas algo», él carcajeó y me dijo «cuándo no tú pensando mal». Le dije que no era eso, «es algo que lo siento, y espero equivocarme, aunque yo sé que la vida quizás me dará la razón». Y no me equivoqué, ese día la vida me la dio, porque ese día mi vida dio un giro de 180 grados, y retrocedió 27 años, pues reabrió una herida que no imaginé volver a vivirla a esa edad. Ese día fue una pesadilla. 
Bebiendo cerveza corona

Mientras seguíamos hablando y tomando las coronas, le dije «mejor vamos a seguir conversando afuera de mi departamento, porque puedes tener problemas con la policía ya que estás manejando», y me dijo «está bien, vamos». Regresamos a donde vivía, y conversando me preguntó que por qué no tomábamos en mi departamento, le dije «perdón, pero en mi departamento no sube ni un hombre». En ese momento, fastidiado por mi respuesta, me dijo «ok». A los pocos minutos me dio ganas de ir al baño. Mi departamento quedaba en un cuarto piso, y le dije «iré al baño, en un momento bajo». No demoré ni cinco minutos. Regresé y seguí tomando mi botella que había dejado abierta en su auto. De pronto él me dijo «vamos a comer». Le dije «ya, está bien», me moría de hambre. Él arrancó, y en el cruce de la avenida Dominicos con la avenida Bocanegra, siento que mi cuerpo se debilita, mis ojos se cerraban, perdía la fuerza y el control de mi cuerpo. En ese momento, empezó todo. Trataba de seguir despierta y sentí cómo él me cargaba en un pasadizo para luego meterme en un cuarto de hotel. Trataba de sacar fuerzas, pero no podía. Me echó sobre una cama, y se puso encima mío. Con lo poco que podía, lo sacaba de mí. En ese momento, mis ojos se cerraron sin saber qué pasaría, qué me haría.
Confusion.Mareo.

Pasaron las horas. Desperté sola, sin mis cosas, semidesnuda, solo con mi trusa. Comencé a llorar, me coloqué mi ropa y salí. Aún con el efecto del fármaco que me echó en la cerveza, le dije al recepcionista ,«el hombre... mis cosas...» hasta el nombre se me había olvidado. Cuando de pronto, el recepcionista me respondió «vuelva al cuarto, él se fue a comprar, ya va a regresar». Yo solo lloré y me retiré. En mi cabeza, lo único que quería era llegar a mi casa y no regresar a esa habitación nunca más. Seguí caminando, no tenía mi billetera, ni mi celular, no sé de dónde saqué fuerzas, y llegué a la casa de una amiga que vivía en el camino de ese asqueroso hotel. Toqué la puerta, su mamá me atendió, y me quedé dormida en el pie de su cama, hasta el día siguiente. Cuando desperté, salí y lloré sin consuelo. Me fui a buscar a mi otra amiga que vivía en el mismo edificio donde yo vivía, y comencé a contarle mi pesadilla. Me pregunté por qué a mí, qué me pasó, ¿acaso me violó? Lloraba descontroladamente, mi cuerpo temblaba. El miedo se apoderó tanto de mi, que sentí que no volvería a ser la misma mujer que solía ser. Mi cambio fue radical. Tenía miedo a la oscuridad, tenía miedo a estar sola, tenía miedo a caminar en la calle; pensando que él podría estar tras de mí. Me bañaba más de cinco veces porque me sentía sucia. Odiaba las fiestas, odiaba la cerveza, odiaba que la gente se pegue a mí. No era yo, era otra mujer. Mi otra yo había quedado atrás. Después de ese día, tardé más de un año en superar eso que me tocó vivir. No se lo conté a mi familia, solo a mis amigas y a un amigo más. Desde ese día odié estar en Lima, y antes de eso, me gustaba viajar, y con lo que me sucedió traté de buscar la forma de salir de este dolor y de este encierro que me mataba. Entonces me dije «¿qué hago para salir del estrés si no cuento con dinero, y sin ayuda profesional de un abogado para poder hundirlo?». Lamentablemente, en mi país la justicia se alcanza con dinero. El dinero se apodera del corazón y saca lo peor del ser humano, que es la ambición. Por eso en mi país hay muchos violadores, esto es algo constante y es un infierno que vivimos muchas mujeres, entonces busqué mil maneras para salir de esto, y encontré la respuesta: el viajar. Irme sin rumbo y encontrarme con la naturaleza, encontrar esa tranquilidad y esa paz que necesitaba. ¿Y saben qué? Encontré lo que buscaba. Porque desde ese día dejé de llamarme Verónica para llamarme Una aventura en la senda (senda significa camino). Y era ese el camino que yo quería encontrar. Me dediqué a los viajes, y prometí que cada enero de cada año viajaría, tal y como hasta ahora lo llevo haciendo. Solo espero cumplir mi promesa siempre, y olvidar ese día amargo que hizo que cambiara mi vida. Con los viajes me di cuenta que poco a poco volví a ser yo. Sin embargo, no es tan fácil, una no queda exactamente igual, porque hasta el día de hoy, cada vez que veo un auto rojo, pienso en que es él quien lo maneja. Pero soy más fuerte y digo «esto no me vencerá y yo podré vencerlo»
Viaje en la senda

Él está ahora libre. Tiene 13 denuncias por violación, robo y maltrato, y la justicia no hace nada, ¿saben por qué? Porque quien tiene dinero y contactos hace lo que quiere en este país. 
Esta es mi historia, y dime, ¿cuál es la tuya? Siempre busca una solución, así te encuentres sola, porque sí se puede salir adelante. No calles, cuéntaselo a alguien, y recuerda: si la justicia no hace nada, la justicia divina lo hará. ¡Dios te bendiga

Autor@ de Oral Text Blog