La mejor forma de hacer un trío sexual
Todo comenzó un fin de semana, con tres amigos en una noche de disco. Dos de ellos eran pareja, el otro: el típico chico que suele irse solo a casa: Agustín. En aquella ocasión, sus dos amigos le dijeron que descargara Grindr, que ahí podría encontrar a alguien con quién desfogar la pasión que las noches de disco suelen traer. Desde luego, Agustín lo hizo. En la aplicación encontró perfiles para todos los gustos: pasivo sumiso, solo sexcam, intercambio de packs, amistad, hetero curioso, no afeminados, fetichista, osos, sin foto no hay respuesta, entre otros.
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A los pocos segundos, Agustín recibió una alerta de chat, en el que decía «Soy Antonio, bisexual caliente. Vienes a mi depa?». El rango de distancia era de treinta metros. Agustín jamás se había citado con un desconocido, pero le gustó la foto de Antonio, parecía ser un tipo agradable, por lo que decidió responderle compartiendo su whatssap, y aceptando la cita. En ese momento se despidió de sus dos amigos, y salió de la disco con dirección a la casa de Antonio. Llegando a la esquina, se encontró con una gran fila de taxis que llamaban a los clientes. «Estoy justo abajo de tu departamento», escribió Agustín.
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Llegaron a los pocos minutos. Valeria y Gustavo vivían juntos en el edificio de una avenida principal. Subieron al octavo piso. Valeria le alcanzó una cerveza a Agustín, mientras Gustavo encendía la música. Era un lugar agradable, aunque desordenado, pero muy acogedor. Los tres se engancharon en la conversación. Valeria le contó sobre su trabajo, sus pasatiempos, y de la vez que se conoció con Gustavo. Agustín les habló de sus amigos que dejó en la disco, y de cómo llegó a descargar Grindr. «¿Nunca has tenido Grindr? ¡No te creo!» dijo Valeria. «O sea, sí sabía para qué se utiliza, pero es primera vez que lo descargo a mi teléfono», contestó. «¿Y te funcionó?», preguntó Gustavo. «Sí, pero Vale me subió al taxi con ustedes». Todos carcajearon. «¡El tipo te había plantado, tenía que rescatarte!», dijo Valeria. «¿Cómo sabes? No había pasado ni dos minutos... Bueno, ya estoy aquí», dijo Agustín.
Los tres continuaron tomando cerveza, y bailando de vez en cuando. No pasó mucho para que Agustín se sintiera atraído por Gustavo, sobre todo cuando se sacó el polo para hacer una vulgar imitación de Mik Jagger, dejando entre ver su ropa interior del pantalón. Sin mencionar que Valeria lo impulsaba a tocar los abdominales de su novio. Al final de todo el loquerío, Gustavo y Valeria terminaron besándose. Agustín se tiró al mueble para evitar el embarazoso momento. Pero cuando estuvo a punto de quedarse dormido, Valeria lo jaló del cuello, se tiró sobre él, y comenzó a besarlo. Agustín quedó petrificado mirando la reacción de Gustavo, por si se le iba a golpes, sin embargo, este se comenzó a quitar el pantalón, quedando solo con ropa interior. Parecía no importarle ver a su novia besar a otro, quizá por el hecho de tratarse de un gay. Sea como sea, Gustavo cogió la cabeza de ambos, y las llevó suavemente hacia abajo. El demonio del deseo se había apoderado por completo de Agustín, quien junto a Valera, comenzaron a chupar el pene erecto de Gustavo. Fue un momento muy excitante para el trío, sobre todo con el escupitajo que Gustavo tiró en la boca de ambos. Agustín jamás había besado a una chica, ni había tenido un trío, era un inexperto en el tema. Pero Valeria y Gustavo demostraron que lo practicaban seguido, pues guiaron en todo momento a Agustín.
Esa noche, Agustín penetró a Valeria, y fue penetrado por Gustavo. Aquel fetiche parecía ser el morbo que encendía a la pareja: someter a Agustín en una práctica heterosexual con Valeria, y ser humillado con la penetración de Gustavo. Práctica que se convertiría en el nuevo morbo de Agustín, y que desde entonces, le hizo ver que las aplicaciones de citas no eran la única forma de encontrar a alguien con quién terminar las noches de disco, que había otra forma de tener sexo: encontrándolo a la vieja usanza, es decir, a la vuelta de la esquina.
«¿Dónde estás? Bajé y ya no te encontré», «¿Te fuiste? Me hubieras avisado», «Espero estés bien, lo dejamos para la próxima. ¡Suerte!»; fueron los mensajes que Agustín encontró en su teléfono al día siguiente. Eliminó Grindr, y descargó Tinder... Un mensaje llegó minutos después.